Cuando, apenas iniciado el día, Toni Sántana me dio la noticia, todo mi cuerpo se
revolvió. En seguida me aligeré con los asuntos que tenía entre manos para
estar cerca de su cuerpo y acompañar a Lolita y sus hijos. Así lo hice en
cuanto pude. Al encontrarnos, tras los emocionados saludos de rigor, intercambiamos
algunas palabras sobre aceptar la muerte como hecho de la naturaleza. Marché de
nuevo a tareas que debía realizar, pero Santiago estaba en todo momento en mi
mente y en mis sentimientos. También en mis palabras, cuando encontraba a algún
amigo o conocido. Por lo que me dijo Nicolás, durante todo el día, aquella sala
acogió gran afluencia de gente. Cuando llegó la tarde, allí estábamos muchos de
sus amigos, los que pudimos, para despedir su cuerpo definitivamente inerte.
Mientras esperábamos llegar a las
veinte horas algunos estábamos en una esquina del patio hablando de la vida
de Santiago. Vivió muchos años, se
aproximó a los noventa. Una vida muy llena de actividad mental, de relaciones
sociales, de experiencia profesional y política. Por eso eran largas las conversaciones con él. Tenía mucho acumulado
por su intensa vida en Canarias, Caracas
y, de nuevo Canarias, en la
Villa Satauteña. Después de aquellos ratos de charlas con él,
casi siempre pensaba que mucho de lo que dijo debía quedar escrito. Son cosas
que piensas y que, lamentablemente dejas pasar y pierdes la oportunidad. Tengo
interés en leer algún documento que, según conocí ayer, escribió Sinforiano,
sobre algunos aspectos de su vida. Cave insinuar que estos contenidos
vivenciales de Santiago debieran quedar recogidos, aunque fueran en un
cuaderno. Recopilarlos no sería difícil porque él escribió algo y su esposa y
sus hijos saben mucho al respecto. Sería una manera de acumular a nuestros
recuerdos y sentimientos para que Santiago siguiera viviendo. En cualquier
caso, mientras yo viva, Santiago también vivirá, porque no lo podré olvidar.
¡Cuánto más vivirá en el recuerdo de Lolita, Fran, Yacque, Felo y Mundo! Y sus
nueras y su yerno y sus siete nietos.
Estamos en la planta alta de la
casa. En la salita del comedor. Lolita entrando y saliendo de la cocina. Los
dos nos levantamos a mirar por la ventana. La contemplación del Barranquillo,
entre El Roquete y nosotros en la
Plaza de Doña Luisa. El acebuchal es impactante. Pero antes era mucho más, interrumpió
Santiago. Cuando el desmonte para las obras de las urbanizaciones de Monte
Bravo y Berol hicieron desaparecer la
riqueza ornitológica y de la flora del lugar. Muchas veces llevé (decía) a
Carmelo Vega pájaros muertos, nidos destrozados y raices de higueras y
acebuches. Nada pude conseguir. Pero lo que queda nos puede consolar. Cada vez
que estábamos allí charlando, o en la sala del estar, el ritual final se completaba
con la contemplación del paisaje del Barranquillo y las nuevas anécdotas
referidas a aquel precioso entorno.
Con la muerte de Santiago Cordero
termina la mitad de la primera generación; la segunda está en su plenitud; la
tercera en el proceso de preparación. Siempre he tenido la esperanza de que
esta saga dejará una buena huella en nuestra historia de Santa Brígida, de Gran
Canaria y del Archipiélago Canario
Santiago siempre estarás vivo en
el recuerdo de muchos de nosotros.
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