Esta tarde del 23 de enero de 2015 murió MARÍA GUERRA.
Recibí la noticia de su hija y mi gran amiga Marga. Poco antes Nicolás me había
preparado, dándome la noticia de que se encontraba en Urgencias del Negrín. Poco
después ya la noticia era conocida por todo el PUEBLO DE SATAUTE. Era la última
alfarera de la Atalaya. Dejó su obra esparcida por muchos lugares de la Isla,
Principalmente por Santa Brígida y Telde. María fue también MAESTRA DE
ALFARERÍA. Rubén Auyanet es uno de sus
alumnos. Ahora mismo estamos disfrutando de sus obras que aprendió a elaborar
de MARÍA GUERRA. Tengo un recuerdo muy cercano de nuestra querida ALFARERA: Fue
en la última fiesta del Barro. En la Guisada que todos los años se celebra en
el Horno Viejo. Este año María, cumplió a la perfección con su oficio. Acudio
al Horno y, delante del fuego, NO GUISÓ BARRO, SINO QUE BAILÓ COMO UNA JOVEN
DESINQUIETA. Fue admirable aquella tarde. Estuvo mucho tiempo bailando. Es este
un gran recuerdo de quien hoy nos deja. Le tengo otro recuerdo, entre muchos.
Cuando le dieron el NUBLO DE PLATA, en marzo de 2012. En aquella ocasión
elaboré un escrito sobre nuestra protagonista que, con esta ocasión, reedito en
mi Blog, tal como sigue.
María Guerra, una de las últimas loceras de la Isla tendrá, de esta manera, un merecido reconocimiento a su persona y en ella reconoceremos a la multitud de mujeres que aprendieron, practicaron y enseñaron el oficio y arte de la alfarería.
Es la última Artesana del Barro en el Barrio de la Atalaya. Ahora tiene 85 años. Cuando empezó a amasar, sólo tenía siete. Más de 75 años ejerciendo una profesión de subsistencia, practicando un oficio y un arte valorado por turistas y paisanos y reclamando, en los últimos tiempos, iniciativas para la pervivencia de esta importantísima institución cultural: la alfarería. Todo ello ha sido y es vivido con intensidad por María Guerra y, por eso, es merecedora de reconocimiento. No sólo en consideración a su persona, sino también, al ser la última locera, en representación de todas las mujeres talayeras que aprendieron, ejercieron y enseñaron el oficio y arte de la alfarería. Porque, en palabras de María del Pino Rodríguez Socorro “la verdadera artífice, no sólo de la preservación del oficio del barro, sino de la creación de esta sociedad tan peculiar y que tanto interés suscitó a partir de principios del siglo XIX, fue la mujer, la talayera, responsable, además, de la conservación y la transmisión del conocimiento alfarero generación tras generación”.
De alguna manera, las publicaciones en periódicos y libros que hablan de María Guerra es un público reconocimiento, por lo que nuestra alfarera es conocida más allá de su cueva-taller y de su casa, más allá de la Atalaya y más allá de Santa Brígida y hasta más allá de nuestras fronteras archipielágicas. De sus apariciones en prensa, tenemos- entre otros- un trabajo en Canarias 7, del 19 de febrero de 2004, en la que Rebeca Díaz entrevista a nuestra protagonista. De la misma manera en La Provincia es entrevistada por Manolo Cardona. Periódicos y Revistas alemanas se han ocupado también de María Guerra. Y es de destacar la publicación de María del Pino Rodríguez Socorro en “Recuerdos de una actividad en el olvido: las talayeras de Santa Brígida” en donde nos muestra informaciones muy interesantes de María Guerra y de otras alfareras de la Atalaya.
El reconocimiento a María Guerra, además, ha adquirido un carácter oficial, institucional. En este sentido, el Ayuntamiento de la Villa le ha dedicado una calle en su barrio de la Atalaya que podemos leer siempre que atravesamos su calle principal. Por tener en valor todas estas consideraciones, los organizadores de la Traída del Barro, que todos los años (desde hace 20) se celebra en este Barrio tan especial, conceden a María Guerra el honor de la “Guisada del Barro” en el Horno Viejo, como uno de los actos principales de la Fiesta del Barro. Por la misma razón, la Asociación Cultural y Deportiva Aran Canarias le colocó en un pedestal de dignidad y mérito cuando le homenajeó en el Real Casino, ocasión en la que estuvo muy acompañada por familiares, amigos y vecinos del Pueblo y por las autoridades del Cabildo y el Ayuntamiento.
Y por eso, este Jueves, día 15 de marzo, el Cabildo de Gran Canaria le concederá el NUBLO DE PLATA, un alto reconocimiento de la Institución Insular a las personas que han hecho méritos en beneficio de la Isla y de todo el Archipiélago Canario. María Guerra, una de las últimas loceras de la Isla tendrá de esta manera un merecido reconocimiento a su persona y en ella reconoceremos a la multitud de mujeres que aprendieron, practicaron y enseñaron el oficio y arte de la alfarería. Gente que ha pasado por el Cabildo, como Inés Jiménez, han sido sensibles a este tema. La Institución Insular, hace algún tiempo, creó el Centro Locero de la Atalaya y reparó el Viejo Horno y, recientemente, hizo mejoras en la Cueva de María.
María Guerra es una mujer de gran temperamento. Tal vez, gracias a esta personalidad suya, la tenemos todavía entre nosotros, después de llevar a cabo una azarosa vida para poder sobrevivir, manteniendo a su amplia familia (10 hijos), con un trabajo tan duro, con unos procedimientos de venta de sus producciones tan exageradamente ingratos. Y, gracias a esta su manera de ser, ha tenido y tiene un comportamiento rebelde, digno también de mérito para los que creemos que en este mundo hay que luchar por cambiar las cosas que están mal, enfrentándose a los problemas.
Es bueno que se le celebren reconocimientos; pero es mucho mejor que, también en los últimos años, le llamen a participar en las ferias de artesanía. No sólo de buenas palabras vive uno, sino también del dinerito que se consigue vendiendo en San Telmo. Un premio está bien, pero unas buenas excursiones de turistas a la Cueva (taller y exposición) están mucho mejor. Lamenta María el futuro del trabajo del alfar. Torpeza mayúscula de quienes nos dirigen, cuando es un recurso de valor para mejorar la oferta turística. Desaparecerá la Artesanía del Barro a no ser que sepamos dar el salto a la producción alfarera para que los turistas la contemplen, la aprecien y la compren. No cabe pensar en la alfarería para aquella actividad de subsistencia; un poco quizás y, con rasgos de identidad canaria, para satisfacer intereses decorativos de la población isleña. Lo que siempre fue un valor y sigue siéndolo es la alfarería para el turismo.
El NUBLO DE PLATA a María Guerra entraña contenidos de alto significado para todos nosotros, además del que ya hemos considerado de la importancia de la MUJER TALAYERA.
- En el ámbito de la economía canaria, de los productos elaborados del campo: las durísimas condiciones de la producción y la venta, la división del trabajo en la que las tareas de elaboración correspondían a las mujeres y la búsqueda del barro y la leña, a los hombres. Una venta que exige recorrer todos los caminos que bajan hasta la costa o suben hasta la cumbre. Una actividad económica absolutamente necesaria para los utensilios domésticos que en aquellos tiempos todos eran de barro.
- Se reconoce también una institución cultural que se expresa materialmente: es un aprendizaje, un saber y un arte que, con rudimentarios instrumentos y excelentes movimientos de las manos (estupenda motricidad fina) se incrustan en el barro y quedan allí, para siempre, como útiles, pero también como libros en los que se puede leer.
- Una historia centenaria de un Pueblo que, desde hace unos tres mil años desarrolla una tecnología para satisfacer la necesidad tan perentoria de los útiles domésticos, dando forma y arte a la tierra con agua y fuego. María Guerra, las mujeres alfareras de la Atalaya, del resto de Gran Canaria y de las Islas Canarias aprendieron este oficio de sus antepasados, hasta llegar a los primeros. Es, por tanto, también un reconocimiento a una Historia y a un Pueblo.
- El premio debe ser entendido también como una apuesta por el futuro. En los últimos 50 años hemos ido abandonando toda una riquísima actividad artesanal, de definición económica y cultural y con ímpetu identitario. Ha habido alguna diligencia, en cuanto que la administración le ha destinado recursos para su conservación. (la FEDAC, por ejemplo). Pero falta un impulso mayor de promoción. ¡Bien en conservar; mejor en promocionar!. Los productos artesanales y su actividad misma hoy tienen escaso destino utilitario pero sí decorativo, turístico y como signo de identidad. No podemos cometer la torpeza de dejarlo languidecer en las manos de actividades rutinarias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario